La casa de Macarena y Rodrigo: siempre con las puertas abiertas

“Mi marido y yo estamos muy agradecidos a la Obra por toda la formación que hemos recibido, y tenemos muchas ganas de compartirla con todas nuestras amistades”.

Macarena con alguna de sus amigas de Talca

En este artículo encontramos un testimonio de cómo podemos vivir la intención mensual regional propuesta para estos meses. 

Macarena y Rodrigo muestran con sencillez cómo viven su misión apostólica en su familia, trabajo y amistades.

Macarena y Rodrigo con sus hijos, después de la Misa en honor de san Josemaría que se celebró en Talca el 26 de junio


Conocí la Obra por una amiga

Soy enfermera y hace unos años tuve la oportunidad de conocer la Obra mientras trabajaba en un Instituto técnico profesional dirigido por Caritas, como profesora de enfermería. Tere, con quien hicimos amistad y que también daba clases entonces en el mismo lugar, me dio un curso de doctrina. Luego, cuando busqué un colegio para mis hijos, prioricé el aprendizaje del inglés y matriculé a mi hija mayor en uno donde ese idioma se domina. Sin embargo, al volver a mi casa, mi marido –que en ese momento aun no conocía la Obra– me dijo: -“¡Pero si nosotros somos católicos! Tenemos que buscar uno con esa orientación...” Tenía toda la razón y con la ayuda de Tere, la cambiamos al Colegio Huelén, que es labor personal.

A lo largo de mis años de matrimonio, Rodrigo, mi marido –que ahora también es supernumerario– y yo hemos tenido que trasladarnos a distintas ciudades por razones laborales. Actualmente tenemos cinco hijos entre 11 y 18 años. Desde hace un tiempo vivimos en Talca, a unos 250 km al sur de Santiago, donde no hay un centro de la Obra. En todos los lugares donde hemos vivido, hemos intentado difundir el mensaje cristiano.

Macarena y Rodrigo en el Santuario de Torreciudad

Empecé con un club a cargo de mi hija y su amiga anglicana

Aquí empecé con un club de niñas en mi casa con una cooperadora, pero hace un tiempo descubrí –dado que ya tienen doce o trece años– que quizás sería más atractivo para ellas que las clases y la charla se las diera una persona más joven. Hablé con mi hija mayor, Agustina, que tiene dieciocho, y le propuse hacerse cargo del club, bajo mi orientación. Ella buscó una amiga que la ayudara y, para mi sorpresa, la que aceptó y más responsable ha sido es Athina, una chica anglicana. Me impresionan sus ganas de aprender. El verano pasado fue a veranear con nuestra familia. Un día, recorriendo la ciudad de La Serena, entramos a una iglesia y, al descubrir que iba a empezar la Misa, les dije a mis hijos que me esperaran dando una vuelta mientras yo asistía. Athina quiso quedarse a acompañarse, lo que avergonzó un poco mis hijos, que poco a poco fueron volviendo a entrar para participar también ellos.

Todos colaboran para que se sientan acogidos

En mi casa también doy un círculo de cooperadoras por la tarde. Mis hijos están tan acostumbrados a estas actividades, que el día que vienen les preparan una bandeja con café y unas tazas, para que se sientan acogidas.

Cada mes un sacerdote viaja a predicarnos el retiro mensual en una capilla. El año pasado me di cuenta de que había varias amigas, –¡yo misma!–, no habíamos logrado hacer un curso de retiro. Les propuse organizar uno en esta capilla. Nos pusimos de acuerdo en la fecha con el sacerdote, cobramos una cuota para las comidas, cada una trajo los libros espirituales que tiene en su casa, y tuvimos este medio de formación durante tres días.

Cursos de orientación familiar: decidimos lanzarnos

Cuando vivíamos en San Felipe y en Rancagua, organizamos cursos de orientación familiar. Nosotros habíamos hecho uno hace unos años atrás, pero no teníamos tanta experiencia como monitores. Sin embargo, decidimos lanzarnos. La conclusión a la que hemos llegado es que hay que invitar sin vergüenza, porque hay mucha gente que lo necesita. Cuando terminábamos los talleres de alianza matrimonial, se nos acercaban a comentarnos que les había impresionado esta idea: para que la vida familiar vaya bien, la clave es cuidar al cónyuge y, de ese amor matrimonial, derivará el amor a los hijos. Ahora esperamos poder organizar alguno en Talca.

Hace un tiempo unos novios no encontraban quién les diera las clases de preparación para el sacramento del matrimonio. Se contactaron con nosotros, que no lo habíamos hecho nunca, pero nos embarcamos en esta aventura. Nos presentamos al sacerdote de la parroquia, nos conseguimos un libro y empezamos. Nos encantó que, poco después de casarse, nos llamaron inmediatamente para contarnos que estaban esperando un hijo y querían compartir con nosotros esa alegría.

A veces llegamos a temas espinosos –por ejemplo, cuando estas parejas ya están conviviendo–, pero en todos podemos dar luces, siempre con cariño. Ya hemos dado las charlas a varios novios, y cada cierto tiempo, los invitamos a nuestra casa a un asado. A estas comidas también convocamos a los sacerdotes de nuestra parroquia, para poner en contacto a los novios con ellos y a las parejas jóvenes entre sí. De esta manera se va afianzando entre estas personas, a veces alejadas de la Iglesia, una mayor confianza con los sacerdotes y cuando acuden a Misa los domingos, ya se conocen. Además, después algunos han seguido recibiendo formación y se han incorporado a Círculo.

Rodrigo y Macarena tuvieron la oportunidad de visitar la Basílica de Santa María de la Esperanza Macarena en España

Así fue también cómo descubrimos que el párroco y los demás sacerdotes que atienden la parroquia estaban pasando frío porque vienen de un país más tropical que el nuestro y no están acostumbrados a los rigores del invierno. Nos propusimos ayudarles con estufas y parkas. Hicimos una pequeña campaña para recolectar lo necesario y, gracias a Dios, pudimos lograr la meta. Sobra decir lo agradecidos que estaban.

El año pasado, para Semana Santa, organizamos un Vía Crucis familiar. Invitamos a los papás del club en nuestra casa, para que vinieran con sus hijos a vivir esta costumbre cristiana. Este año, con la experiencia del anterior, nos organizamos mejor. Hicimos un flyer para difundir la actividad y repartimos cada estación entre los niños del club que lleva mi marido. Tuvimos la alegría de ver reunidas a unas 60 personas entre padres, madres y muchos niños.

Mi marido y yo estamos muy agradecidos a la Obra por toda la formación que hemos recibido, y tenemos muchas ganas de compartirla con todas nuestras amistades. Hemos tratado de que nuestra casa sea un hogar de puertas abiertas. De hecho, los amigos de nuestros hijos se sienten muy a gusto y nos lo comentan. Los fines de semana, si los adolescentes tienen alguna salida hasta más tarde, siempre vamos nosotros a buscarlos. Como sus amigos ya lo saben, cuentan con que también podremos llevarlos a ellos a sus casas y preguntan si iremos en el auto grande o en el chico, para ver cuántos caben. Todo esto es motivo de alegría para nosotros.

Macarena V.

Talca, Chile. 27-VI-2023

El testimonio de Macarena y Rodrigo muestra cómo podemos vivir la intención mensual regional propuesta para estos meses.

Intención mensual, aquí.