“Señor, si Tú lo quieres…”

Fresia Contreras conoció el Opus Dei cuando trabajaba de vendedora en una tienda. Una clienta conversaba periódicamente con ella de su familia, de sus hermanos, de sus padres. Un buen día la invitó a una charla en un Centro de la Obra.

-Doy gracias a Dios por esa invitación, dice. Desde entonces, San Josemaría para mí es todo: desde que despierto hasta que me duermo, siento su protección a mi lado.

Y esa protección la ha sentido de una forma mucho más palpable en estos días, en que el terremoto la encontró en Pelluhue, donde vive, uno de los pueblos arrasados por el tsunami.

Al principio, pensé que era un temblor fuerte nada más, pero continuaba cada vez con más fuerza, recuerda. Salí al patio de la casa, esperando que terminara, pero no fue así. Me dio mucho susto. Me daba un poco de tranquilidad encomendarme a la Santísima Virgen, a San Josemaría y a mis padres fallecidos. Estaba rezando cuando un matrimonio que vive unas tres casas más allá salió con sus tres hijos y me invitaron a subir su auto para dirigirnos a la parte alta de la montaña. Yo estaba en bata y zapatillas, tenía las llaves de la casa y el celular. Nada más. Nunca pensé en un maremoto…

Cuando volvimos de la parte alta, más o menos a las siete de la mañana, el marido de mi amiga nos dijo que nos preparáramos para lo que íbamos a ver y que solo bajáramos del auto él, su esposa y yo y que los niños se quedaran. 

-Mi casa, la de mi amiga y muchas otras no estaban: sólo había tablas, palos, agua, trozos de cemento. Ellos lloraban. Yo no podía creer lo que estaba viendo y para mis adentros decía: “Señor, si tú lo quieres yo también lo quiero. San Josemaría ayúdame, Virgen Santísima ayúdame, dame fuerzas para seguir viviendo así”.

Ese día, Fresia almorzó en una olla común para los que estaban en su misma situación y, al día siguiente, unos amigos de Santiago que aún tenían gasolina en su auto, la llevaron hasta Talca, a casa de su hermano. En Talca, no había electricidad, ni comunicaciones, ni agua. Pero estaba el cariño de su familia y de personas de la Obra más cercanas:

-Desde ese día hasta ahora he notado que están todas pendientes de mí con ese afecto sincero y sereno de una verdadera familia. Me llaman por teléfono, me visitan aquí en Talca, me han ayudado económicamente. Ese cariño y mi fe, la Santa Misa, el Rosario me han ayudado a salir adelante. Y la oración. Es lo que más necesito en este momento, dice, oración, oración y cariño.

Cuando se le pregunta qué le gustaría decirle a la gente que está pasando por lo mismo, responde sin vacilar:

-Lo que le dije a mi amiga y a su marido en ese momento en que vimos todo lo nuestro desaparecido: que gracias a Dios estábamos vivos y que lo demás vendrá, como Dios quiera…