Pbro. Cristián Sahli: “En la vida corriente también Dios nos pide vivir el vértigo de la acción del Espíritu Santo”

El sacerdote Cristián Sahli, autor del libro ¿Te Atreverías a ir Chile? Una semblanza de don Adolfo Rodríguez, ahonda en esta entrevista en la vida de don Adolfo para “que el personaje se haga muy cercano a los lectores”.

Don Cristián, ¿qué lo motivó a escribir el libro?

Tengo el recuerdo de haber estado con el padre Adolfo, ya mayor y muy enfermo. Me impactó que de él dependieron tantas cosas que yo veía; el colegio donde estudié, la universidad donde hice mi carrera. Entonces pensé: detrás de él hay algo grande. Pasó el tiempo y en una conversación familiar salieron anécdotas de su vida. En ese momento dije: tengo que descubrir esto que hace muchos años vislumbré.

¿Cómo fue el proceso de recopilación de información?

Viajé a Roma e investigué en el archivo general de la Prelatura. Traje 18 mil fotografías de cartas, diarios, etc. Esa fue la documentación con la que preparé el libro. Fueron 900 páginas que al final reduje a 300 para que se hiciera más amable.

¿Con qué sorpresa de la vida de don Adolfo se encontró?

Cuando Dios lo llama a ser de la Obra, primero tiene dudas interiores, pero consigue superarlas con la oración y con la confianza de san Josemaría. También me impresionó que soñaba con ser ingeniero naval, pero el fundador del Opus Dei le pregunta si está disponible para ser sacerdote y él con toda libertad se entrega. Jamás pensé que detrás de una persona tan humilde y sencilla encontraría una riqueza tan grande (…) descubrí un tesoro.

¿Por qué el título?

Viene de la carta que el fundador le envió el 18 de enero de 1950: “Queridísimo, que Jesús te me guarde, dos letras para que me respondas con entera libertad – porque el santo amaba mucho la libertad-(…) hijo mío ¿te atreverías a ir a Chile de consiliario de esa cuasi región?”.

¿Cómo fue la aventura de venirse a Chile?

San Josemaría se da cuenta que partir solo desde España a América era una osadía. En Chile, comienza la labor con 1.477 pesos, el equivalente a 200 kilos de pan. Aquí lo recibe el cardenal Caro, quien había pedido expresamente que la Obra llegara a nuestro país. Le piden que se haga cargo de una residencia universitaria. Hizo unas 400 visitas para pedir fondos. Además, se encargaba de formar a los universitarios; que les fuera bien en los estudios, de alimentarlos, hacía camas y limpiaba. Todo esto, compatible con su trabajo de profesor universitario. Así se las batió un año y medio hasta que llegaron otros laicos del Opus Dei. Este fue el comienzo de la labor; con esta pequeña semilla de un hombre que fue fiel.

¿Qué cosa de san Josemaría fue lo primero que le llamó la atención a don Adolfo?

Le llamó la atención su fuerza espiritual. Un día lo vio impartiendo la bendición con el Santísimo y le impactó cómo hacía la señal de la cruz y tocaba a Jesús en la Eucaristía.

¿Cómo sintetizaría su amor por Cristo?

Cuando va a decirle al fundador que está dispuesto a seguir el camino de Jesucristo, éste le contesta con una frase que se le quedaría grabada para siempre: “¿Estás dispuesto a hacerte como Cristo obediente hasta la muerte y muerte de cruz?”. Es decir, ¿estás dispuesto a seguir el modelo de Jesucristo? ...fue un enamorado de Él.

¿Qué le diría usted a los jóvenes para que se atrevan a responder a esa aventura de “venir a Chile”?

Un joven puede responder a su misión, la que le tiene preparada Jesucristo, si lo conoce y se enamora de Él. Yo creo que tienen dos opciones -todos hemos sido jóvenes- seguir el camino que quieren construir personalmente, o bien, preguntarle a Jesucristo, ¿es ese el camino que quieres para mí? Yo pienso que la aventura de una persona que sigue el camino de Jesús es mucho más grande.

¿Cómo influyó este sacerdote en su propia vocación?

Hoy con la perspectiva del tiempo, me doy cuenta que las decisiones de ese joven influyeron en mí y en la de muchas otras personas. Estos ejemplos, como el del fundador del Opus Dei, el del beato Álvaro y el de Mons. Javier Echevarría, impulsan a decir: vale la pena entregarse con generosidad al querer de Dios. Son ejemplos que inspiran a escribir libros (…) han dejado todo por construir algo que no es para ellos, sino que es para Dios y para los demás.

¿Cómo asumió el llamado a ser Obispo de Los Ángeles?

Fue llamado al episcopado por san Juan Pablo II en 1988. Y no lo dudó. Pero tenía 68 años y debía realizar una tarea nueva que no había hecho nunca. Era un desafío y un gran sacrificio. Lo asume con generosidad y con fidelidad al Papa. Tuvo mucha vida pastoral; muchas veces tenía tres confirmaciones en un día, bendiciones, en fin, muchas cosas.

¿Cómo fue su relación con Chile?

Fue un obispo chileno, se hizo muy chileno. Si bien su origen es español, me atrevo a decir que si llega a ser canonizado (ya es siervo de Dios) será un santo de nuestra Iglesia. En un momento cuando don Adolfo viaja por Sudamérica como delegado del fundador, éste último le preguntó dónde quería quedarse. Y él como era muy fiel responde: “Donde él diga”. Y san Josemaría añade: “Yo te he preguntado a ti dónde quieres quedarte”. Y en ese instante dijo: Chile.

¿Cuál es el legado de don Adolfo?

Quisiera destacar que el mensaje tanto de san Josemaría como de don Adolfo es para los cristianos corrientes: para las madres de familia, los padres, los hermanos (…) en la vida corriente también Dios nos pide vivir el vértigo de la acción del Espíritu Santo. No es necesario plantearse cosas extraordinarias. Dios a cada uno le da su propio don, pero ahí en las cosas de cada día, en los actos de amor, la vida se hace apasionante.