Los primeros pasos del Opus Dei en América del Sur (Parte 4)

Publicamos la cuarta entrega del viaje por América, realizado por tres fieles del Opus Dei, quienes tras visitar México, fueron a Perú, donde arribaron un 11 de agosto de 1948, del que se han cumplido 75 años este año.

Durante su viaje de exploración por América, Pedro Casciaro, Ignacio de la Concha y José Vila visitaron Lima, donde se reunieron con diplomáticos, autoridades eclesiásticas y académicos. Estos encuentros iniciales sentaron las bases para la llegada del Opus Dei al país algunos años después.

Para el fundador del Opus Dei, el viaje de exploración por América que encomendó al sacerdote Pedro Casciaro y a los académicos Ignacio de la Concha y José Vila, en 1948, tenía como objetivo principal valorar las posibilidades de trasplantar el Opus Dei en aquel continente. Escribieron un diario a lo largo de los casi seis meses de viaje y, también, enviaron cartas a san Josemaría durante su periplo. Por esos documentos sabemos que vieron oportuno establecer contactos y cultivar amistades en dos ámbitos claves: el eclesiástico y el académico.

El propósito de reunirse con el mayor número de autoridades eclesiásticas, sobre todo obispos, era explicar el mensaje del Opus Dei y, llegado el caso, solicitar permiso para iniciar el trabajo apostólico en esa diócesis. Esto último era para el fundador una condición imprescindible.

No menos importante resultaba visitar universidades americanas y establecer buenas relaciones con académicos. Este viaje no sólo fue una expedición con ese fin espiritual. Los profesores José Vila e Ignacio de la Concha habían solicitado al Ministerio de Asuntos Exteriores español una beca para realizar una misión cultural por América. Su proyecto contemplaba hacer un estudio completo de las condiciones culturales de las universidades y centros científicos superiores de los países visitados.

Por tanto, les interesaba crear y consolidar futuras redes que sirvieran para este propósito. En el Diario de viaje recogen ideas sobre la organización del sistema educativo superior en los países americanos que visitaron; los programas de cursos y asignaturas; la organización de los campus, etc. También procuraron tomar algunas fotografías y recoger folletos y otro tipo de material que aportase ideas sobre el funcionamiento de las universidades americanas.

A la vez –e inseparablemente, según el apostolado propio del Opus Dei, realizado en y a través de la profesión–, esos contactos servían para dar a conocer su espíritu y difundir entre ellos el mensaje de la cristianización de los ambientes intelectuales y desde allí irradiarlo al resto de la sociedad.

Igualmente, debían indagar acerca de las necesidades pastorales que las iglesias locales tenían en cada sitio. Sus conversaciones con prelados y académicos, las visitas a los campus de universidades y la propia experiencia del Opus Dei en España, les hizo concluir que la instalación de residencias de estudiantes podría ser un buen comienzo en América.

Su paso por Lima

Tras recorrer Estados Unidos, Canadá y su prolongada estancia en México, los tres expedicionarios llegaron a Lima el 11 de agosto de 1948. A diferencia de los países anteriores aquí solo visitaron la capital y no pudieron viajar a otras ciudades.

Durante su breve estancia se hospedaron en el Hotel Bolívar. El cambio de hemisferio implicó un cambio de estación para los viajeros. Pasaron de los días de verano y calor al invierno peruano. En su primer día en Lima anotaron en el Diario: «aquí estamos en pleno invierno; tomamos café en un salón calentado por un buen fuego de chimenea; no hace sin embargo mucho frío».

Inicialmente, tenían previsto quedarse cuatro días antes de continuar su viaje hacia Chile. Pero, finalmente, pudieron extender su estancia unos días más, hasta el 16 de agosto, para realizar entrevistas con diplomáticos, eclesiásticos y académicos. En su Diario se registra lo siguiente: «Dada la acogida del embajador y de la gente parece conveniente no salir mañana hacia Chile como se había pensado. Estaremos hasta el lunes».

En la embajada española los recibió el agregado cultural José María Moro, quien les ayudó en sus recorridos por la capital peruana. Primero los acompañó a la Universidad Católica, donde se entrevistaron con el vicerrector, quien los llevó a conocer el Instituto Riva-Agüero y la facultad de Derecho.

Luego, Moro los acompañó al palacio episcopal y les presentó al arzobispo de Lima, Juan Gualberto Guevara. En el Diario anotaron:

«Sin esperar apenas, nos recibió su eminencia, que enseguida se interesó mucho por la venida de la Obra al Perú. Tienen aquí planteados algunos serios problemas, y espera que la Obra pueda resolverlos. Aunque no tenía mucha idea previa, pronto se dio cuenta de todo y hasta tal punto anhela nuestra venida, que en cuanto Pedro le pidió una fotografía dedicada para el Padre [Josemaría Escrivá], le contestó que no lo haría como no hubiera promesa de inmediata venida (...) nos bendijo y le despedimos.

Por carta, Pedro Casciaro le comentó al fundador lo agradable que era el arzobispo peruano y cómo «se ha interesado extraordinariamente y ha hecho que fueran a visitarnos al Hotel donde vivíamos varias personas que interesaba conocer, entre ellas al presidente de la A. C. que es el Director General de Bellas Artes y de Extensión Cultural». Además, el arzobispo Guevara les recomendó visitar al sacerdote Eduardo Pitcher Peña, quien trabajaba con jóvenes universitarios.

Entre las cartas de recomendación con las que contaban los viajeros tenían una dirigida a José Agustín de la Puente, un historiador, catedrático, genealogista y abogado peruano de la Universidad Católica. La había escrito Guillermo Lohmann, historiador y diplomático peruano que trabajaba en la embajada del Perú en Madrid, y amigo de Vicente Rodríguez Casado, miembro del Opus Dei. Sin embargo, al llegar, descubrieron que De la Puente había sido operado el día anterior de amigdalitis. Afortunadamente, algunos días después lograron entrevistarse con él en su casa, llevándose los viajeros una grata impresión.

La corta estancia en Lima les permitió conocer a varios diplomáticos y académicos, al presidente de la Acción Católica y a algunos sacerdotes. A todos pudieron contarles sobre el Opus Dei, y entre otros el arzobispo monseñor Guevara, manifestaron cierta inquietud por la formación de los universitarios.

Una buena semilla

Antes de partir hacia Chile, los viajeros entregaron folletos informativos sobre la Obra y algunas estampas y reliquias deIsidoro Zorzano. Al llegar a Santiago de Chile, José Vila le escribió unas líneas al fundador: «aunque hemos estado poco tiempo en Lima, nos hemos llevado una maravillosa impresión: hay campo de trabajo, claro que ¿adónde no lo hay?».

Ignacio de la Concha compartía las buenas expectativas de Vila; «hemos dejado Lima con gran afán de volver, de que se vuelva. (...) entre los universitarios, sin una atención concreta en su formación. Es una pena. Ya le dirá Pedro cómo el sr. cardenal, con gran anhelo de que se vuelva pronto». Aquella inquietud iba a ser un punto clave en el futuro establecimiento de iniciativas para la formación de los universitarios.

Los contactos establecidos durante el fugaz paso por Lima fueron, además, una semilla fructífera. Poco después, José Agustín de la Puente viajó por motivos académicos a España y allí trabó amistad con el historiador Vicente Rodríguez Casado, uno de los primeros fieles de la Obra. También conoció de primera mano algunas residencias universitarias dirigidas por el Opus Dei. Por todo ello se animó a formar, junto a un puñado de académicos de la Universidad Católica y del Instituto Riva-Agüero, un patronato para promover una residencia de estudiantes. Sin embargo, el proyecto no pudo llevarse a cabo.

Unos años después, en 1952, José Agustín de la Puente y el resto del patronato propusieron a Vicente Rodríguez Casado otorgar el patrimonio de la asociación al Opus Dei para que pusiera en marcha una residencia de estudiantes al estilo de las labores apostólicas de la Obra. Esa ayuda e incentivo impulsó en 1953 el traslado a Perú del sacerdote Manuel Botas para comenzar la labor apostólica. Un año más tarde, tres jóvenes españolas aterrizaron en Lima para desarrollar la labor apostólica del Opus Dei con mujeres.

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