El influjo educativo de san Josemaría en Chile celebra sus bodas de oro

​Hace 50 años el fundador del Opus Dei animó a un grupo de matrimonios para que formaran colegios en nuestro país.

Este año, con alrededor de 5.400 alumnos y 9000 egresados, SEDUC celebra 50 años de servicio al país. Se cumple, una vez más, el buen augurio de san Josemaría: “¡Soñad y os quedaréis cortos!”.

Con ese propósito, el primer sacerdote del Opus Dei que llegó a Chile en 1950, Mons. Adolfo Rodríguez, encomendó la tarea a un grupo de jóvenes padres para que fundaran colegios que ayudaran a las familias en la educación cristiana de sus hijos. Así, en 1968, nació el Colegio Los Andes y la sociedad sostenedora, SEDUC. Dos años después, abrió sus puertas el Colegio Tabancura.

Para conmemorar las bodas de oro, en este mes de julio se escogió el salón de actos del Colegio Tabancura, el mismo lugar en que centenares de chilenos se reunieron hace exactamente 44 años con san Josemaría, durante su única visita al país. Fue una ceremonia familiar con algunos de los protagonistas de esta aventura que ha formado ya a varias generaciones de chilenos: matrimonios, profesores, directivos y administrativos. Acudieron también autoridades civiles, como el Ministro de Educación, Gerardo Varela, y sus subsecretarios, Raúl Figueroa y María José Castro-ex alumnos de los colegios Tabancura y Huelén, respectivamente- y el alcalde de Lo Barnechea, Felipe Guevara. Se entregó un libro-memoria que ilustra el medio siglo de la sociedad educacional.

Las primeras alumnas del Colegio Los Andes llegaron de distintos colegios y de diferentes ciudades.

Durante el acto de celebración, Luis Siles, presidente del directorio de SEDUC, destacó: “En este aniversario debemos tener –desde el fondo de nuestros corazones– nuestra mayor admiración y el más profundo agradecimiento a esos padres y madres de familia que se animaron a emprender este proyecto”.

Desde sus inicios SEDUC tuvo como cimiento principal que los padres son los primeros e irremplazables educadores de sus hijos. El colegio es un colaborador de las familias en esta tarea. Además, se propusieron transmitir a los alumnos la enseñanza de la Iglesia Católica y, para mantener viva esa identidad, la formación espiritual quedó encomendada a la prelatura del Opus Dei.

Los primeros profesores del Colegio Tabancura fueron testigos de la construcción de las primeras salas.

Al poco tiempo el desafío fue tomando cuerpo. Por la necesidad y el interés de más familias de unirse a este proyecto educativo, en 1978 se creó el Colegio Huelén y, en 1981, el Colegio Cordillera.

En 1984 se inauguró el primer vespertino en el Tabancura “como una forma de ayudar a la gente que no había terminado sus estudios. Fue una aspiración de mucho tiempo”, señala el profesor Ulpiano Baranda, que dirigió la iniciativa.

El Vespertino de Los Andes, con más de 30 años de existencia, ofrece la posibilidad de completar la enseñanza básica y media a quienes, por diversas circunstancias, no han podido realizarlo. Es una prueba concreta de que la dedicación generosa de profesoras y alumnas produce frutos que trascienden generaciones. "De cien almas, nos interesan las cien", enseñaba san Josemaría, frase que inspiró a Ema Feliú, su primera directora.

Algunas alumnas del vespertino del Colegio Los Andes que hicieron su primera comunión en 1999.

En 1992 se inauguró el Preescolar Cantagallo; en 1993 el Colegio Los Alerces; en 2010 Huinganal y el 2011 el Jardín Infantil Valle Alegre.

Para las mujeres que quieren completar su educación, Huelén cuenta con un centro de capacitación y Los Alerces con talleres.

Mons. Sergio Boetsch, vicario del Opus Dei en Chile, cerró el acto conmemorativo con unas emotivas palabras, destacando la gran labor realizada por quienes aceptaron el desafío de crear estos colegios, inspirados en las enseñanzas de san Josemaría. Recordó el reconocimiento del fundador de la Obra a la fe con que estos padres los habían sacado adelante –a pesar de que no eran tiempos fáciles, la inexperiencia y los pocos medios– y su llamado a no dormirse en los laureles. El vicario animó a los presentes a seguir trabajando con nuevo ímpetu en la formación de hombres y mujeres cristianos, de convicciones profundas, que mejoran aprendiendo de los demás y para servir a la sociedad.

Huinganal quiere decir en mapudungún: lugar donde crece el huingán, un árbol de tronco firme y raíces profundas.

Como ingeniero, quiso aplicar un comentario de un pensador contemporáneo sobre la fe y la geometría. “Todo esto ha sido hecho por fe –reconoció–, pero también se ha mantenido en el tiempo gracias a la geometría y a la educación entregada. Aquí se ha trabajado bien y hay que ir a más” señaló.

Visitas que dejaron huella

Uno de los hitos más relevantes en este medio siglo de vida fueron los encuentros con san Josemaría en el Colegio Tabancura. En el primero, el 7 de julio de 1974, ante unas 300 personas, reparó en las modestas instalaciones, un galpón que servía de comedor y que para la ocasión se había adaptado como auditorio: “A mí, este barracón –¡perdonad! – me parece una catedral. ¡Lo habéis hecho con un amor que se ve! Esto no es un material que esté a la mano de todas las gentes, sino de los que tienen corazón cristiano. Esto es piedra de sillería, cómo las viejas catedrales de Europa. Lo habéis hecho con vuestros corazones; pero habéis comenzado, y lo tenéis que terminar. No os conforméis con un Colegio, ni con dos; pegad esta locura divina a otros, para que sepan que los Colegios deben estar formados en primer término por los papás. Esto les da mucho gusto a vuestros hijos”....

El fundador de la Obra felicitó la confianza y audacia de aquellos primeros: “Renuevo mi agradecimiento a todos los que habéis intervenido aquí. Veo, cerrando los ojos de la cara, con los ojos del alma, un montón de colegios... ¡estupendos! Con papás y mamás que se ocupen, con un profesorado excelente y con muchos chicos traviesos, pero limpios. ¡Qué maravilla!”.

Años más tarde, recibió otra ilustre visita, el segundo sucesor de san Josemaría, Mons. Javier Echevarría. En agosto de 1997, tuvo dos encuentros en el Colegio Tabancura, con unas trece mil personas. Una de las preguntas del público le dio ocasión para animar a todos a rezar por el Romano Pontífice y secundar sus enseñanzas y exhortó vivamente a los presentes a defender las raíces católicas del país. Se refirió especialmente a la importancia de la familia y animó a los esposos a quererse y a comprenderse.

Así es como estos colegios tienen el privilegio de servir de manera personal a quienes trabajan y estudian en ellos, la impronta que san Josemaría más destacaba, porque es el fundamento del espíritu del Opus Dei: el sentido de la filiación divina, es decir, saberse hijo de Dios. “¡No pueden tratarse las almas en masa! No es lícito ofender la dignidad humana y la dignidad de hijo de Dios, no acudiendo personalmente a cada uno (…): porque cada alma es un tesoro maravilloso; cada hombre es único, insustituible. Cada uno vale toda la sangre de Cristo” (Es Cristo que pasa, 80).

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