La santidad al alcance de todos

“Este 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, es esperanzador celebrar a esa multitud cuyos nombres no conocemos, que hicieron divinos los caminos de la tierra” señala el padre Álvaro Palacios, vicario del Opus Dei en Chile en el artículo que publica la web de la Conferencia episcopal.

Con ocasión de la fiesta de Todos los Santos, el portal de la Conferencia episcopal de Chile, www.iglesia.cl ha publicado este artículo del vicario del Opus Dei en nuestro país, padre Álvaro Palacios, sobre el mensaje de san Josemaría y la llamada universal a la santidad. 

La santidad al alcance de todos 

Este 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, es esperanzador celebrar a esa multitud cuyos nombres no conocemos, que hicieron divinos los caminos de la tierra. Lograron amar plenamente a Dios y al prójimo a través de una existencia muy normal, con su familia, desarrollando un trabajo como el nuestro, enfrentando desafíos parecidos.

Por estos bienaventurados “de bajo perfil”, el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer, tenía un especial cariño. Reparaba en la discreción con que muchos personajes aparecen en el evangelio. Así, solía destacar a las mujeres anónimas que acompañan a Jesús y lo siguen hasta la Cruz. También que, en el camino de Emaús, Jesucristo ya resucitado se hiciera el encontradizo y reanimara la fe de Cleofás y de su compañero, al que no se menciona por su nombre.

San Josemaría advierte en su primera Carta: “No olvidéis que es señal de predilección divina pasar ocultos. A mí me enamora el texto del Evangelio en que San Juan, al describir un grupo de los discípulos, nos dice: hallábanse juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos (Jn 21,2). Tengo una gran simpatía a esos dos, de los que ni siquiera se sabe el nombre, porque pasan inadvertidos. Me da una gran alegría pensar que se puede vivir toda una vida de este modo: ser apóstol, ocultarse y desaparecer. Aunque a veces cueste, es muy hermoso desaparecer” (24-III-1930, 21).

Por la misma razón, era muy devoto del padre de Jesucristo en la tierra: “después de María, la criatura más perfecta es José”, decía. Del santo patriarca sabemos poco. No hay palabras suyas en los evangelios. San Josemaría lo consideraba el modelo de un hombre común, que lleva una vida muy normal, en su familia, profesión, vida social, pero en todo momento acompañado por Jesús y por la Virgen.

En Conversaciones desarrolla el trasfondo: “Para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (cfr. Mt 5, 48). Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas” (55).

A esta dimensión tan crucial de la vida cristiana, dedicó su mensaje el Cardenal Ratzinger el 6 de octubre de 2002, día de la canonización del fundador del Opus Dei (“Dejar obrar a Dios”, en L’Osservatore Romano). Explicando el heroísmo de los santos, escribe que podemos considerarlo demasiado alto: no es para mí. “Esa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que ha sido corregida –y esto me parece un punto central– precisamente por Josemaría Escrivá (…). Cuando habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios”.

Al día siguiente, en la Plaza de San Pedro, san Juan Pablo II ponderó en ese mismo sentido la vida y obras del fundador, durante el encuentro con los participantes en su canonización: “San Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba convencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos”.

También el Papa Francisco nos ha recordado en su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, alegraos y regocijaos, que debemos responder a nuestra vocación en medio y a propósito de las circunstancias más ordinarias: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, la clase media de la santidad” (7).

La fiesta de Todos los Santos confirma que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4), y es una elocuente invitación a que cada uno de nosotros busque, encuentre y ame a Cristo por sobre todas las cosas, precisamente en una relación santificante con todas esas cosas, para vivir cara al Señor y a los demás la vida común y corriente.

Por Pbro. Álvaro Palacios
Vicario del Opus Dei en Chile