Una huella que marque la historia

Dos millones y medio de jóvenes rezaron y cantaron en un evento que dejó cortas, incluso a las Olimpiadas... En la JMJ 2016 el Papa instó a los participantes a que le abrieran el corazón a Jesús, para que dejen su huella en el mundo: “Una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos” (Campus Misericordiae. Cracovia, Polonia,  2016).

Los peregrinos en la vigilia, antes de escuchar el mensaje del Papa Francisco

Unos mil quinientos chilenos, casi un centenar de ellos ligados a colegios inspirados en las enseñanzas de san Josemaría y clubes juveniles en los que reciben formación cristiana según el espíritu del Opus Dei, integraron parte de este grupo, que en pleno verano europeo recorrió miles de kilómetros para asistir a la invitación del Papa Francisco para viajar a Cracovia, la ciudad de San Juan Pablo II y de Santa Faustina Kowalska. Recogemos aquí anécdotas y recuerdos de algunos de ellos, para quienes la experiencia de participar en una Jornada Mundial de la Juventud les mostró la maravilla de la universalidad de la Iglesia Católica y plasmó una huella imborrable en sus corazones.

El lenguaje universal de la Iglesia

A los asistentes se les removió el corazón desde el primer día. Llegaron muy ilusionados a la primera actividad oficial, la Misa inaugural, presidida por el cardenal Stanislaw Dziwisz, Arzobispo de Cracovia. Elisa Cox, una de las peregrinas chilenas, cuenta lo hondo que calaron sus palabras: “Fue asombroso, había miles de peregrinos. Su prédica nos llegó a todas de manera muy directa. Nos animó a llevar la fe a todas partes, insertados en Cristo, raíz de nuestra vida”. También Rosario Silva se refirió a esta homilía: “fue impactante, nos dijo que si estábamos ahí era por algo, que teníamos que cambiar y convertirnos; eso quería Jesús para cada una de nuestras vidas”.

Esperando la misa inaugural presidida por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia

Por su parte, Álvaro Ibáñez, coordinador del grupo del Colegio Cordillera, quedó impresionado por lo que vio ese día: “Eran miles de jóvenes de todo el mundo,

siempre cantando, gritando, saludándose fraternalmente. Fue una gran fiesta de la cristiandad, con tantas expresiones de la religiosidad en jóvenes de distintas razas y continentes: algunos bailaban tomados de la mano, otros cantaban canciones litúrgicas o rezaban recogidos... Fue una sensación muy potente”. El lenguaje universal de la Iglesia, que derrumba las barreras del idioma, fue un aspecto que emocionó a Nicolás Bizarri, otro de los jóvenes asistentes al encuentro: “Un día nos separamos para estar más cerca del Papa. Cada país levantaba la bandera de su país y celebraba.De pronto, un grupo alzó una imagen de la Virgen y, entonces, ya no eran franceses,argentinos o portugueses los que aplaudían,sino jóvenes de todos los países que, unidos, aclamaban con devoción a la Santísima Virgen".

Mateo Fantoni, Nicolás Errazuriz y Nicolás Bizarri, todos ellos del Colegio Cordillera, compartieron su experiencia en Cracovia

La participación en la Misa fue una ocasión privilegiada de encuentro con católicos de otros países: “Un día asistimos a Misa con un grupo de irlandeses. Fue muy bonito, sirvió para conocer cómo se vive la devoción eucarística en otros lugares del mundo”, cuenta Mateo Fantoni.

Como en todo encuentro juvenil, además de los momentos dedicados a la oración, también hubo tiempo para cantar y bailar. Un ejemplo fue el concierto organizado por el arzobispado de Francia en el centro de la ciudad de Cracovia: “Había un stand y mucha, pero mucha gente. Llamaba la atención la buena onda que había entre los jóvenes de distintos países”, añade Mateo.

El Papa me habló personalmente

Otro momento en el que todos se sintieron profundamente tocados fue durante la celebración del Vía Crucis. Junto a varios peregrinos, el Papa atravesó la Puerta Santa que, simbólicamente, se construyó en ese lugar. Para Elisa Cox esa noche fue especial: “Las palabras del Santo Padre me marcaron y animaron a salir de mi comodidad para preocuparme de los demás. Con estos mensajes tan concretos de Francisco pude darme cuenta de que si me entrego más al resto, puedo ser para ellos –como decía el Papa- un puente de la misericordia de Dios.”

Todos los participantes coinciden en destacar la cercanía con que el Santo Padre les hablaba. “Sentía que el mensaje iba dirigido directamente a mí, como si no hubiera miles de jóvenes presentes... Percatarme de eso fue muy fuerte y me ayudó a acercarme más a Dios. Pienso que cada uno se preguntó personalmente al final de ese encuentro ¿Cómo vivo mi fe y formación espiritual?”.

A levantarse del sofá

Bajo un sol implacable, Francisco convocó a los jóvenes al broche de oro de estas jornadas, para participar en la “Misa de envío”, en el Campus de la Misericordia. Allí se reunieron cerca de dos millones de peregrinos en una inmensa explanada. Los presentes sabían que ese era el momento central por el que había valido la pena el esfuerzo y sacrificio que suponía, para la gran mayoría de ellos, el viaje a Polonia: “Era impresionante, todos los peregrinos estaban motivadísimos, apoyando al Papa con una gran alegría y demostrando públicamente su fe. Teníamos los oídos atentos para escuchar lo que Cristo, a través del Papa, nos quería decir a cada uno”, cuenta María Jesús González.

Uno de los desafíos que caló hondo en todos los jóvenes que participaron en esta JMJ fue el llamado de Francisco a no confundir la felicidad con ser “cristianos de sofá”; renunciar a la propia comodidad para entregar el mensaje de la Iglesia. Lo explica Elisa Cox: “Salir de uno mismo y volcarse en los amigos, familiares y en todas las personas que se encuentren a nuestro lado. Cracovia nos ha servido para recargar las pilas de la fe, con la esperanza de que podemos cambiar el mundo. No debemos quedarnos como atontados y embobados dejando que otros decidan por nosotros. Espero poder transmitir a las personas que tengo cerca todo lo que recibí durante esos días”.

En el santuario de Czetochowa, un grupo chilenas, participó de la primera Misa junto a 200 jóvenes españoles

“Darse cuenta de que hay dos millones y medio de jóvenes que están caminando espiritualmente en la misma dirección que tú es realmente fuerte y da un impulso increíble para renovar la propia fe y querer contagiarla al resto. Claramente uno llega con muchas ganas de hacer más cosas por los demás”, agrega Nicolás Errázuriz. Mateo lo ejemplifica aún más: “No nos podemos quedar buscando pokemones, hay que lanzarse a hacer cosas que mejoren nuestro entorno”.

También los jóvenes tomaron como propio el llamado de Francisco a no caer en el desánimo. “Debemos movernos por lo que queremos, sin jubilarnos antes de tiempo... Esto me ayudó a no darme por vencida en aquellos aspectos que me cuestan más esfuerzo “, dijo Teresa Ariztía.

Los peregrinos regresaron a Chile llenos de optimismo. En sus sueños ya toma forma Panamá 2019, la próxima ocasión en la que el mundo será testigo de una nueva fiesta mundial de la fe.